Siempre he sido esa persona que se inventaba las vidas de la gente. Soy poco habladora, de carácter introvertido y muchas veces prefiero imaginar a preguntar y que me chafen la historia. En ocasiones la idea que sale de mi cabeza es mucho mejor que la realidad. Bueno, sólo a veces… Pues eso que soy esa persona que cuando pasa por una ventana a la altura de la nariz mira disimuladamente hacia adentro y se imagina cómo será la distribución de la casa, si comerán en esa mesa tan larga o preferirán hacerlo en la cocina lejos de ojos indiscretos, cómo serán el resto de muebles y de qué conversaciones serán testigos las paredes. No lo puedo evitar. Es como cuando ves una fachada con un montón de ventanitas unas iluminadas y otras no, cada una representando una vida. Un elemento pequeñito, dentro de ese gran edificio que las contiene y te preguntas cómo serán esos pequeños personajes y esos escenarios en miniatura.
Y esta es una de las cosas en las que nunca había pensado cuando me daba por investigar aquello que me gusta mucho mucho mucho. “Encuentra lo que amas y deja que te mate” dijo Bukowski, ¿no? Así que yo me preguntaba, rebuscaba en lo más hondo, en aquello que disfrutaba haciendo cuando era pequeña y siempre salían las mismas cosas pero nunca había puesto esto sobre la mesa: el hecho de que me gusta crear historias, inventarlas, investigar sus piezas y contarlas sobre papel. Nunca he querido ser escritora, no se trata de eso, sino más bien del pequeño disfrute que me produce dejar volar la imaginación, buscar localizaciones, pensar en qué tiene el personaje por dentro y trasmitirlo a la gente justa, a aquella que me conoce y reconoce en las frases. Nada de miles de hojas, sino instantes. Para mí los textos que escribo son como fotografías con palabras, porque son reflejos de un momento mínimo, en el que tal vez ni siquiera pase algo, pero en el que hay MUCHAS cosas por dentro.
Y ahora después de descubrirlo me pregunto cómo esto nunca antes salió a la luz. Aunque sepa que eso no es del todo cierto y que entre mis cuadernos de Londres encuentre bosquejos de esa idea sobre la que ya paseé por encima pero sólo de puntillas; esa idea de mezclar los interiores y las historias. Pues bueno, lo cierto, es que lo queramos o no, a veces, parece que tiene que venir alguien de fuera, alguien que no te conoce ni sabe nada de ti y te ponga las piezas que tienes que encajar en las manos, así facilito. Y eso es lo que me sucedió cuando conocí a las chicas de Elvira es la vida real. Que miré aquellas piezas en mis manos y dije: “¿cómo no se me había ocurrido antes?” mientras las colocaba una al lado de la otra formando, por fin, el puzle.
Así que ahora mirando (y admirando) el puzle completo frente a mí ya era hora de que te contara¡ la historia completa para que tú también puedas verla. Porque es ahora y no antes cuando todas las piezas han encajado y es ahora y no antes cuando estoy preparada para dejarte entrar a echar un vistazo; con disimulo o sin él.
Adelante, bienvenido a LAGRACIA.
Y esta es una de las cosas en las que nunca había pensado cuando me daba por investigar aquello que me gusta mucho mucho mucho. “Encuentra lo que amas y deja que te mate” dijo Bukowski, ¿no? Así que yo me preguntaba, rebuscaba en lo más hondo, en aquello que disfrutaba haciendo cuando era pequeña y siempre salían las mismas cosas pero nunca había puesto esto sobre la mesa: el hecho de que me gusta crear historias, inventarlas, investigar sus piezas y contarlas sobre papel. Nunca he querido ser escritora, no se trata de eso, sino más bien del pequeño disfrute que me produce dejar volar la imaginación, buscar localizaciones, pensar en qué tiene el personaje por dentro y trasmitirlo a la gente justa, a aquella que me conoce y reconoce en las frases. Nada de miles de hojas, sino instantes. Para mí los textos que escribo son como fotografías con palabras, porque son reflejos de un momento mínimo, en el que tal vez ni siquiera pase algo, pero en el que hay MUCHAS cosas por dentro.
Y ahora después de descubrirlo me pregunto cómo esto nunca antes salió a la luz. Aunque sepa que eso no es del todo cierto y que entre mis cuadernos de Londres encuentre bosquejos de esa idea sobre la que ya paseé por encima pero sólo de puntillas; esa idea de mezclar los interiores y las historias. Pues bueno, lo cierto, es que lo queramos o no, a veces, parece que tiene que venir alguien de fuera, alguien que no te conoce ni sabe nada de ti y te ponga las piezas que tienes que encajar en las manos, así facilito. Y eso es lo que me sucedió cuando conocí a las chicas de Elvira es la vida real. Que miré aquellas piezas en mis manos y dije: “¿cómo no se me había ocurrido antes?” mientras las colocaba una al lado de la otra formando, por fin, el puzle.
Así que ahora mirando (y admirando) el puzle completo frente a mí ya era hora de que te contara¡ la historia completa para que tú también puedas verla. Porque es ahora y no antes cuando todas las piezas han encajado y es ahora y no antes cuando estoy preparada para dejarte entrar a echar un vistazo; con disimulo o sin él.
Adelante, bienvenido a LAGRACIA.
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